viernes, 3 de junio de 2016

Los seres con y sin sangre:
los que necesitan oxígeno
y los que precisan,
exigen,
se exponen,
buscan,
la anoxia.

El estado de desaturaciones al 94%
que permite
la puesta en marcha
y a su vez,
la pausa
necesaria.
-Alto. Ya no me ahogo, es más, al fin
respiro.

La exigencia que la carne impone
igualando tejidos.
El estado de consciencia sobre lo que atañe al cuerpo.
La anoxia en la que las (mis) manos
pueden buscar,
sin peso ya,
un (tu)rostro.

El estado de despertar.
Una llamada de emergencia
a los tejidos que se mueren.
Un recordatorio de cómo
el cuerpo nos llama,
las tripas que agarran
y sacuden,
los pasos que tiemblan,
las palabras que se son balbuceadas
en un desesperado grito
de resurrección
terrenal
(sin divinidades por favor que ya somos adultos).

El instinto de supervivencia
que clama por la vida.
Abre los ojos. Esconde las palabras
y busca otros ojos,
otras manos,
otras bocas.
Y encuentra así,
en ese estado anóxico,
agónico
espléndido;
otros ojos,
y otras manos
y al fin,
otra boca
que tenga las palabras
pero sobre todo
la sangre - toda-
puesta en la vida.
En buscar quedarse
sin habla,
sin aire,
pero con luz.

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